Una fiesta que no termina. Un salón donde reina el moho, la decadencia y el perfume rancio del poder. En Caranchas, la obra que recupera los textos más viscerales de Alejandro Urdapilleta bajo la dirección de Francisco Barral y Lurdo Togneri, el espectador es arrojado sin anestesia a un universo grotesco, profundamente argentino, en el que las clases sociales se enfrentan, se necesitan, se odian y se funden en un solo espanto: la tragedia nacional.
Un escenario de resaca eterna
La acción se desarrolla en un gran salón venido a menos, donde el brillo dorado de antaño se disuelve entre tapizados rotos, blisters, preservativos usados y botellas vacías. Un retrato de Menem vigila la escena como recordatorio ominoso de un país que alguna vez soñó con Miami y terminó en la mugre. En ese espacio liminal, las Patronas y las Mariluces se pudren lentamente, atrapadas en una resaca interminable. El encierro entre esas paredes húmedas y el olor a humillación son el caldo de cultivo perfecto para la tensión inquebrantable que las une y las consume.
Patronas vs Mariluces: un duelo de clases
Las Patronas —excesivas, carroñeras, resplandecientes en su ruina— encarnan una oligarquía demencial que se aferra a la estética del Parakultural, vestidas de encaje, tul y animal print, cubiertas de alhajas y de delirio. Las Mariluces, por su parte, son las sombras que murmuran. Sirvientas devenidas en espectros, cubiertas con harapos que alguna vez fueron ropa masculina. Torpes, famélicas, maquilladas como muertas vivientes, intentan ser bellas en medio del espanto. Es en esos cuerpos y movimientos donde se juega también la lucha: mientras las Patronas despliegan sus trapos como aves de rapiña, las Mariluces reptan como ratas hambrientas.
Televisión, cumbia y locura: la argentinidad al palo
La puesta integra lo teatral y lo audiovisual con una TV de tubo que transmite fragmentos de la cultura popular argentina. La propuesta musical es otro pilar fundamental: entre cuartetos, folklore remixado, Sandro, cortinas de programas de TV y un Himno Nacional en versión cumbia, la obra nos sumerge en un frenesí donde lo kitsch se vuelve poético y la risa, una forma de resistencia.
Urdapilleta late en cada palabra
Caranchas no es solo una obra, es un homenaje feroz al lenguaje de Alejandro Urdapilleta, maestro del exceso, del humor negro y de la ternura más desesperada. Sus textos, resignificados por la mirada aguda de Barral y Togneri, encuentran en este montaje un espacio de libertad absoluta, donde lo grotesco se transforma en belleza y el dolor, en carcajada.
La madrugada es larga, el llamado no llega, pero el teatro —ese acto colectivo de locura lúcida— nos recuerda que en Argentina, el delirio es también una forma de sobrevivir.
Funciones: todos los viernes de Junio, a las 21:00hs y los sábados
de Julio, a las 18hs en Area623