Hay artistas que construyen su universo mirando hacia adentro, y otras, como sélpide, que también disfrutan del arte de robar. “MoMA (Museum of Misplaced Art)” (Museo del Arte Extraviado) es su carta de presentación: un museo imaginario donde cada canción ocupa el lugar de un póster en la habitación de un adolescente, una exposición de referentes que encuentra belleza en lo cotidiano.
sélpide es el otro nombre de Nuria, artista andaluza que reparte su vida entre Madrid y Jerez. En su música conviven la curiosidad de quien observa el mundo desde lejos y la valentía de quien no teme mezclarlo todo. Su voz viaja entre idiomas -castellano, inglés y algún destello de coreano-, y su sonido parece haberse formado en un punto intermedio entre el K-pop y el indie alternativo europeo, entre la introspección y la pista de baile.
El proyecto de “MoMA (Museum of Misplaced Art)” comenzó a desarrollarse varios años antes de su grabación. Durante ese tiempo, sélpide fue dando forma a un álbum que concibe cada canción como una pieza dentro de una triple exhibición: un homenaje a distintos referentes reales (artistas), ficticios (historias) y hasta espaciales (ciudades) que dialogan entre sí desde géneros y lenguajes diversos. Aunque la grabación de las voces se realizó en Seúl —ciudad donde la artista se encontraba estudiando y perfeccionando su técnica como topliner—, el disco nació de un proceso largo, casi artesanal, que combina introspección, observación y juego. Más que una respuesta a su entorno, MoMA es un ejercicio de construcción consciente: una manera de reunir, ordenar y reinterpretar las huellas que la artista ha ido dejando en su camino.
Desde su arranque, el álbum invita a mirar. “museum audio guide: steal like an artist” funciona como una puerta de entrada: una guía irónica que se abre hacia un espacio emocional en constante construcción. Le sigue “girlsgirlsgirls”, una pieza de pop electrónico y ritmo envolvente donde sélpide juega con la idea de la mirada ajena y el espejo propio. “Aquí no muere nadie” y “OOC” amplían ese paisaje con una mezcla de vulnerabilidad y energía contenida, marcando el tono del viaje que propone el disco: jugar con los límites entre la confesión y la distancia, entre lo íntimo y lo performativo; construirse en el espacio intermedio que nace de poner frente a frente lo propio y lo ajeno.
A medida que avanza, el museo se llena de color y de contrastes. “Esmeralda” y “red velvet” marcan dos polos del corazón emocional del álbum: la primera, con una sensibilidad pop atravesada por pulsión electrónica; la segunda, más acústica y contenida, como un respiro entre luces y sombras. Después llegan los temas más libres -“i’ll drink to that”, “en tallo verde / oropéndola” o “hubris”-, donde experimenta con capas de voces, ritmos fragmentados y texturas que parecen desafiar el equilibrio, pero terminan encontrándolo.
El disco respira en su propia estructura. Cada tema funciona como una sala distinta de ese museo inventado: algunas luminosas, otras en penumbra, pero todas unidas por un mismo hilo emocional. En sus últimas piezas, “madison song (august again)”, “alexandra palace”, “BURN YOURSELF” y “el tapiz de los fantasmas pt. 2”, sélpide cierra el recorrido con una atmósfera más contemplativa y cinematográfica, dejando que la voz se aleje y la música se quede suspendida, como si el museo cerrara sus puertas y solo quedara el eco.
Más que un debut, “MoMA (Museum of Misplaced Art)” es una declaración de principios. sélpide convierte la vulnerabilidad en una forma de belleza y la observación en su modo de estar en el mundo. Los marcos dorados que cubren las paredes del MoMA no exponen obras incuestionables, sino espejos: respiran, se miran entre sí y devuelven una imagen distinta a cada persona que se mira en ellos — a cada persona que los escucha. Un museo de reflejos que no se contempla, se habita.

